Imagen con licencia CC de Wikipedia |
¿Y la escuela? La reacción es prácticamente unánime y las pocas referencias que podemos encontrar a los móviles son en relación a su absoluta prohibición para ser usados en el Centro Educativo. Prohibición que no es desacertada, si deseamos que las clases se desarrollen con normalidad, pero que se queda corta de lo que sería de esperar en instituciones volcadas en la educación.
El móvil no es sino un indicador de los fenómenos comunicativos que están teniendo lugar en nuestra sociedad. En sí no es importante pero nos está diciendo que detrás de él ha surgido una nueva forma de comunicación que empezó en otro medio, la web de los ordenadores.
Del crecimiento del teléfono móvil han surgido las tablets que poco a poco se van fusionando con los ordenadores y su desarrollo seguirá hasta que se consiga un dispositivo tan productivo como el ordenador y tan versátil y ubicuo como el teléfono móvil. Mientras tanto los profesores deberíamos introducir su uso académico para que, igual que ya se está utilizando Internet con otros fines distintos a los meramente lúdicos, el móvil adquiera una auténtica dimensión cultural.
No es difícil encontrar utilidades entre la miriada de aplicaciones que existen. Desde ser usados como escáner para almacenar documentos, hasta su utilización como goniómetro para las clases de física. No es mi interés ahora hacer una lista exhaustiva de los usos educativos, ya que para eso es mejor la creatividad de cada profesor en sus materias, sino destacar que es un aparato tecnológico que debemos fomentar como una herramienta educativa más.
Esperemos que la escuela sepa reaccionar a tiempo para poder incorporar los avances tecnológicos que van surgiendo, además sin gastos adicionales de dinero, sino simplemente utilizando lo que ya es una realidad para nuestros alumnos. De lo contrario nuestra educación es cada vez más una educación para sí misma y no para la sociedad. Aunque mucho me temo que eso es también una realidad.