lunes, 25 de abril de 2011

‘Superficiales’ de Nicholas Carr, una visión romántica del pensamiento humano

superficiales-nicholas-carr1 Acabo de terminar de leer el famoso libro de Nicholas Carr Superficiales. Había oído hablar mucho de él, había leído varias de las entrevistas que le han hecho [1] [2] y algunos comentarios sobre el mismo como el de Eduardo Larequi en su blog La Bitácora del Tigre a través del artículo: Superficiales, un libro que hay que leer.
Es imposible hacer una crítica medianamente exhaustiva de este libro puesto que sería necesario escribir otro. Así pues me limitaré a comentar alguna de las ideas que me han parecido más importantes durante su lectura.
Lo que más me ha llamado la atención es la afirmación de que el autor del libro, Nicholas Carr, había perdido capacidad de concentración debido al uso de Internet. Le cuesta leer textos largos y sumirse de lleno en la lectura. Algo que choca frontalmente con mi experiencia particular. No solo no he notado en absoluto ninguna disminución en mi concentración sino que en los cuatro últimos meses he leído 22 libros. Dos en formato papel y 20 en la pantalla de mi móvil. Jamás había leído tanto como ahora y el motivo es precisamente uno de los que Carr descalifica: el uso de la tecnología. Disponer de un pequeño dispositivo que siempre llevo encima me ha permitido leer en lugares y momentos donde antes no podía hacerlo. Para leer un libro en papel (o en un eBook, que viene a ser lo mismo que un libro en papel) requiere cargar con el libro, algo que habitualmente no se hace a no ser que uno sepa que va a disponer de tiempo para leerlo. El libro de Carr lo he leído en dos días, aprovechando las vacaciones de Semana Santa. No porque haya hecho lectura superficial, diagonal o me haya saltado los párrafos más farragosos, sino porque le he dedicado horas a la lectura, algo que Carr parece que no puede hacer.
No se puede generalizar la situación personal. Del mismo modo que no pretendo que nadie lea 5 libros mensuales (porque no comparten ni mi situación personal ni mis intereses), es muy arriesgado elevar a la categoría de universal la actitud contraria, tal como intenta Carr en este libro.
Aporta una gran cantidad de estudios y trabajos que aparentemente corroboran su tesis de que Internet nos hace menos profundos. Trata el problema de leer textos en formato hipertextual (por las distracciones que lleva) o la merma en la capacidad intelectual que supone disponer de la información en Internet sin necesidad de memorizarla (tal como Sócrates decía que iba a suceder con la escritura).
Carr magnifica de forma reiterativa durante todo el libro los efectos negativos de la tecnología, algo que queda perfectamente reflejado en este párrafo:
“Cuando se inventó el telar los tejedores pudieron fabricar en una jornada laboral mucha más tela de la que habían podido hacer a mano, pero sacrificaron parte de su destreza manual, por no hablar de su “sensación” del tejido. Sus dedos, en términos de McLuhan, se adormecieron. De manera similar, los agricultores perdieron parte de su sentido de la tierra cuando comenzaron a arar con rastrillos tirados por tractores mecánicos. El trabajador agrícola industrial de hoy en día, sentado en la cabina de un gigantesco tractor con aire acondicionado, rara vez toca la tierra en absoluto, aunque en un solo día pueda labrar lo que su antecesor, azada en mano, no podría haber roturado en un mes. Al volante de nuestro coche podemos cubrir una distancia mucho mayor de la que recorreríamos a pie, pero perdemos esa intima conexión del caminante con la tierra.” Páginas 252 y 253.

Esta línea argumental le lleva a rechazar Internet. Pero el lector se habrá dado cuenta de que estos efectos negativos son de carácter más bien débil si no irrelevantes para la sociedad. La acumulación de este tipo de datos y efectos negativos, como los del párrafo anterior, no suponen un argumento válido para descalificar el uso de la tecnología.
¿Por qué digo que Carr tiene una visión romántica del pensamiento humano? En parte por esta visión negativa de la tecnología y porque en no pocas ocasiones a lo largo del libro habla de volver a la naturaleza, de lo bueno que es meditar en el claro de un bosque o en la quietud del campo. Algo sin duda deseable, pero no todos disponemos de una casa con jardín o en plena naturaleza (ejemplos que pone de sí mismo cuando se retiró a su casa en el campo, sin más uso de Internet que el correo electrónico, para poder escribir este libro). Es únicamente una bella idea que realmente no lleva a ninguna parte. Sin embargo para él es algo central en su pensamiento y lógica argumental.
En numerosas ocasiones equipara leer en Internet a leer libros. Esta visión está totalmente sesgada, ya que cuando dice que al leer páginas web los usuarios realmente no leen sino que saltan de un lado a otro de la página buscando palabras relevantes debería compararlo también a cuando leemos por la calle los carteles publicitarios, delante de la televisión, los anuncios o cuando buscamos algo en la guía telefónica en papel. Los estudios que presenta Carr se limitan a comparar leer páginas web con leer libros o textos que deben comprender. Hay que tener en cuenta algunas consideraciones ¿cuántos libros lee realmente la gente? Quizás está comparando hábitos de lectura en Internet con la nada. O sea, personas que efectivamente utilizan Internet pero que nunca lee más de 4 ó 5 libros al año, con lo que difícilmente pueden tener unas formas de lectura sólidamente establecidas (recordemos que todo el libro está dedicado a la profundidad de pensamiento que deriva de la lectura sosegada de libros en papel).
Si ciñésemos y restringiésemos los estudios a las personas que leen con profundidad y de forma constante (que no hace todo el mundo, aunque en el libro esto no se tiene en cuenta) con los que utilizan Internet por el mismo motivo por el que leen un libro, estoy convencido de que los resultados serían distintos. Por supuesto me refiero a los momentos en que, los que utilizan Internet, lo hacen con la misma motivación que al leer un libro en papel (motivos profesionales, literarios, consulta, etc.) eliminando los usos lúdicos, de pasatiempo, gestión, etc de Internet. Esto no se tiene en cuenta en ningún momento y constantemente se mezclan usos lúdicos (y otros que nada tienen que ver con el pensamiento profundo) de Internet con la lectura de libros en papel (de forma profunda). Es decir, continuamente se comparan los usos múltiples de Internet con los restringidos de los libros, lo que da lugar a una visión sesgada y falseada de la realidad.
En el libro tampoco se tiene en cuenta algo que estoy seguro que es un factor de gran importancia. Me refiero a la edad de las personas ¿Son las personas de la edad de Carr las que tienen estos problemas que él observa en sí mismo? ¿Sucede lo mismo con personas que han vivido en Internet desde pequeños?
Los efectos negativos que pueda tener Internet se magnifican hasta alcanzar el estado de alarma (Internet nos vuelve superficiales o estúpidos) en lugar de buscar la forma positiva para solventar estos problemas (que si son equiparables a la pérdida de contacto con el suelo del conductor de automóvil quizás no sean tan graves).
Internet, como todo lo realmente nuevo e importante para la vida, requiere un tiempo de acomodación y estoy seguro de que la pérdida de pensamiento profundo no es una realidad sino más bien un miedo.

domingo, 24 de abril de 2011

En #500palabras ¿Cuál es el propósito de la educación?

A través de @olmillos me llega la invitación a participar en el debate #500palabras: ¿Cuál es el propósito de la educación? Invitación que agradezco sinceramente por lo que intentaré darle respuesta desde mi visión personal.

Podría responder esta pregunta en lo que dura un “tuit”: formar personas aptas para vivir en nuestra sociedad actual. Aunque algo así de genérico se parece más a una declaración de principios y buenas intenciones que a una propuesta de algo que pueda ser llevado a la práctica.

¿Qué es formar? ¿Qué es ser apto? ¿Cómo es nuestra sociedad? Responder detalladamente a estas cuestiones podría necesitar algo más de 500 palabras, de forma que me limitaré al espacio propuesto y a partir de la primera pregunta espero que también queden respondidas las otras dos.

Formar supone ayudar a desarrollar habilidades cognitivas, prácticas y éticas. Eso significa que no podemos quedarnos en la adquisición de conocimientos, debemos ir más allá y hacer que esos conocimientos, los datos en estado puro, puedan ser aplicados por el alumno en situaciones para los cuales hagan falta. Porque ¿qué es más importante?: ¿qué un alumno conozca las reglas de integración de funciones (las famosas integrales de matemáticas) o que cuando necesite aplicarlas pueda hacerlo? Indudablemente lo segundo, puesto que si aprendemos es para poder hacer uso de esos conocimientos. Pero quizás no sea ni siquiera necesario el conocimiento de la metodología concreta desde el momento en que la tecnología nos permite calcular esas integrales aunque desconozcamos el proceso concreto que se ha seguido. No quiero decir con esto que los conocimientos son inútiles porque hay máquinas que suplen ciertas actividades humanas, todo lo contrario, en lo que quiero incidir es en que debe darse mayor importancia a la enseñanza de aquello que las personas deben resolver durante el desarrollo de su vida y su trabajo. La balanza está actualmente del lado de los datos y debe irse decantando hacia el desarrollo de habilidades para resolver situaciones en las que desconocemos la respuesta.

El dato memorístico está actualmente devaluado desde el momento en que ya no es un bien escaso, sino abundante. No hace mucho tiempo obtener ciertos datos era costoso porque sólo determinadas personas, libros o revistas especializadas los contenían. Hoy en día el acceso a los datos almacenados en Internet y, mucho más importante para mí, el acceso a las personas adecuadas a través de las redes sociales, nos permiten resolver prácticamente cualquier necesidad de información que tengamos. La información fluye abundantemente entre las personas y no es un problema su obtención. Personalmente considero que la educación para la participación en redes profesionales es una necesidad imperiosa en nuestra sociedad actual. Algo que es tan sencillo de conseguir como usar Internet, y más concretamente las redes sociales, como lugar habitual de trabajo y no únicamente de ocio.

Los aspectos éticos y morales que emergen en la sociedad humana y que se han trasladado a Internet, en gran parte bajo el nombre de lo "2.0", son también parte fundamental de esta educación. Así vemos valores que se transmiten a través de los medios digitales como la solidaridad, gratuidad, colaboración, cooperación o respeto. Son valores que se adquieren a partir del uso cotidiano de Internet y la interacción con otras personas. Valores que en la vida diaria se aprecian pero no adquieren la misma importancia que en la relaciones digitales, que se basan en ellas, casi podríamos decir a partir de una evolución digital de tipo darwinista. La red ha modificado su ética desde lo que se denomina la Web 1,0 a la actual y no porque se haya programado así, sino porque estos valores emergen de forma natural como única forma de convivencia.

domingo, 3 de abril de 2011

Mapas conceptuales sobre microblogging educativo

Aprovechando la elaboración de un mapa sobre un nuevo sistema de microblogging educativo (Diipo) publico los cuatro mapas conceptuales que tengo sobre el tema: El primero sobre microblogging educativo en general y los otros tres restantes sobre Edmodo, Twiducate y Diipo.

Aunque los sistemas basados en microblogging son más sencillos de utilizar que otras redes sociales pueden resultar demasiado simples para algunas actividades. Puede ser un excelente modo para empezar o para usar con niños de Primaria. Actividades más complejas o con alumnos mayores quizás requieran el uso de otras redes sociales.

Pulsa sobre las imágenes para verlas en su tamaño real.

Microblogging educativo

 

Edmodo

 

Twiducate

 

Diipo